Con cuantos adeudos tiene que ver la memoria: el testimonio escrito y el oral, los valores, las tradiciones, los hábitos, las costumbres y las creencias. Con aspiraciones personales, los sucesos de nuestras vidas, y sobre todo con el recuerdo, que generalmente nunca es certero, apegado más a lo que queremos recordar que aquello que realmente ocurrió. La memoria es un reflejo del paso del tiempo, en ocasiones tan fugaz e insegura como las pasiones. Forcejea con el rumor, vive en los intersticios, las frases inconclusas y alusivas, para terminar dominada por los relatos íntimos de quienes desde antaño eran tan apreciados en la comunidad, porque solo su longevidad les daba vida más allá del presente.

El artista en calidad de autoetnógrafo o autobiógrafo, encuentra en este tema una inspiración de primer orden, pues todo aquello que tiene que ver con las vivencias personales o con lo etnográfico se transporta por el hilo imperceptible de la memoria.

Ir más allá de los paradigmas modernos para comprender la formación de nuevos modelos de memoria desterritorializados y plurales, le ha planteado a la teoría y a la crítica del arte abordar contenidos de esta dimensión desde otra cartografía y con enfoques más flexibles y dinámicos. En este empeño, es imprescindible tener en cuenta las condiciones en las que supervive la memoria, resultado del encuentro de lo local con lo global, de los flujos y de las disyunciones de la sociedad contemporánea, de las nuevas formas en las que se reorganiza la vida social en forma de constructos despacializados, por los que se deslizan plurales formaciones culturales, de nuevos actores sociales, como señala Arjun Appadurai.

La crítica e historiadora del arte Anna María Guasch ha organizado una exposición itinerante bajo el título La memoria del otro en la era de lo global integrada por los artistas Ignasi Aballí, Dennis Adams, Ursula Biemann, Hanna Collins, Jordi Colomer, Rogelio López Cuenca, Francesco Jodice, Antoni Muntadas, Krzysztof Wodiczko e Ingrid Wildi, oscilando su presencia en cada ocasión, de acuerdo a las condiciones de los espacios expositivos. Comenzó su itinerancia en el Museo de Arte de la Universidad Nacional de Bogotá, en el 2009, luego continúo al año siguiente en el Museo de Bellas Artes de Santiago de Chile, para llegar al Centro Wifredo Lam en La Habana, en junio del presente año. Esta selección de creadores de diferentes procedencias culturales, le ha permitido a la comisaria reunir un conjunto de obras que tratan algunos de los problemas más acuciantes de la sociedad contemporánea, resultado de los traumas que han causado las desigualdades y los conflictos sociales de todo tipo.

Comisariar una muestra con este tema es muy estimulante por toda la riqueza de su contenido, por las peripecias de situarlo en las complejas coordenadas que en el presente reorientan al arte y a las políticas de representación, factores que ponen en movimiento perspectivas curatoriales más flexibles, en concordancia con la condición postautónomas del arte, los litigios entre lo global y lo local, la repolitización del arte, las memorias colectivas y los nuevos modelos de identidades.

Uno de los aspectos más significativos de lo que Anna María llama "proposición-exposición", se encuentra en el hecho de que la misma no se agota en el terreno de las políticas nacionales, ni de las identidades étnicas, va más lejos, hacia aquellos conflictos globales que atraviesan la vida a semejanza de esos caminantes anónimos que recoge la obra de Francesco Jodice, una metáfora de las muchas circulaciones globales que nos condicionan cada día, conviviendo con las proyecciones de Krzysztof Wodiczko sobre paredes que animan dolorosos recuerdos, fantasmas corporizados sobre espacios donde se vuelve realidad el recuerdo.

En este sentido, la comisaria no se dejó seducir sólo por narraciones personales que tienen tanto peso dentro del tema, por el contrario, las piezas seleccionadas metaforizan la memoria, haciendo emerger formas referenciales que la encubren, de carácter transcultural o multicultural, formando como señala Anna María constelaciones de memoria. Ellas nos muestran el presente desde otra perspectiva, trasladándola a las emergentes circunstancias que condicionan la existencia y a las posibilidades de aprehender qué está sucediendo con los significados que son siempre guardados con celo, en ese espacio inabarcable del recuerdo. El medio elegido ha sido la video creación, género que facilita una aproximación a un sentido expandido del arte, resguardado tanto en la autorreflexividad del discurso artístico, como en aquellas prácticas que se insertan en el tejido social.