Hannah Collins, por ejemplo, es de las artistas que ha mostrado su obra en los tres espacios expositivos. A través de la pieza Beshencevo. A current history (2006) nos provee de un acercamiento a la memoria a partir sus relaciones con el tiempo y el espacio. La misma consiste en dos pantallas contrapuestas que nos muestran imágenes de la vida urbana en la ciudad de Niznij Novgorod y del pueblo de Beshencevo, situado en las afueras de dicha ciudad, que como expresa la autora "es un lugar pequeño y relativamente inaccesible, poco susceptible de cambio"(1). La ciudad es lucida en su dinámica urbana diaria, mientras que el pueblo nos acerca a la vida cotidiana de sus moradores. Esta contraposición, en la que predomina la objetividad del relato se desenvuelve entre el espacio público y el privado, mostrándolos según transcurren tal y como son. La narración es cruda, un documento que rebasa lo documental centrándose en el tiempo real, indagando sus posibles conexiones. La obra crea entre ambas dimensiones "…una especie de espacio común. Lo veo como un espacio de la memoria, un espacio comprimido de muchos tiempos distintos"(2) "…muchos tiempos imaginarios. Sabes que existen, pero no los ves."(3)

Otra perspectiva presenta la video creación del artista napolitano Francesco Jodice The Secret Traces, basada en la persecución que la cámara emprende en diversas ciudades, detrás de determinados personajes que recorren un trayecto fijo. Es un recorrido mudo, insípido, que los une como si caminaran por una misma ciudad, creando un relato sin rostro, ni sucesos, una síntesis del desplazamiento real que deja abierta a la imaginación el deseo de saber sobre sus destinos y sus historias, cuando solo percibimos el movimiento rutinario. La síntesis con la que es tratado el tema, es uno de los componentes formales que la hacen más atractiva. No hay una referencia directa a la memoria, y sin embargo, pocos momentos son tan reiterados en nuestras vidas, tan identificativos de lo urbano, como los desplazamientos masivos, un instante en el que desaparece lo personal para que la ciudad construya su propia memoria.

En otra dirección, el artista malagueño Rogelio López Cuenca, hace presente el comportamiento de la memoria sin acudir a sucesos de la vida urbana, sino allegándose a los manejos sociales de la memoria cultural. Su obra El paraíso es de los extraños centra la atención en las formas a través de las cuales el Oriente islámico ha sido visto por Occidente. El reconstruye esa visión jugando con las tradicionales formas de presentarla. Integran la pieza un par de ordenadores, dos ejemplares de una colección de notas de prensa, gráfica publicitaria, portadas de revistas, recortes de prensa, y la proyección del video Voyage en Oriente. Con todo este material al alcance del receptor, el artista metaforiza la visión formada históricamente sobre el Oriente: "…la actual desafección entre culturas halla su origen mayormente, en la dimensión global que las desigualdades sociales de clase y de género tienen en el mundo contemporáneo".(4) Al volver sobre lo que cotidianamente conocemos, aglomerándolo, sacándolo de su orden original, intenta que lo conozcamos desde otra perspectiva. López Cuenca ha creado un ingenioso espacio de interacciones, por medio del cual nos acercamos a uno de los dilemas más agudos de la sociedad contemporánea: nuestra capacidad para comprender y vivir en lo multicultural, para descubrirlo más allá de cómo es representado, aprovechando esa propia representación.