3. Identidades
El Obrador es un centro cultural ubicado en la periferia rosarina que tiene como correlato un barrio toba (cuyos habitantes fueron migrando hasta Rosario desde el norte). Corresponde a un proyecto que el presupuesto participativo hizo posible y que funciona como lugar de enunciación posible para una comunidad vulnerada. Muchas fueron las polémicas discusiones que surgieron a partir de la visita. Pequeñas disquisiciones con respecto a la cuestión indígena inserta en una realidad hostil, siempre sabiendo que el proyecto es necesario y tiene una función para la comunidad a la que sirve.
Luego estos temas serán retomados en reuniones abordo y se convertirán en enfervorizadas discusiones que jamás llegarán a término. Las discusiones girarán en torno a las políticas de “recuperación” de culturas indígenas, la incidencia de las políticas públicas en la estética de una comunidad con el fin de ingresar productos en el mercado y en líneas generales a la cuestión de las identidades móviles, transitorias. Estos temas terminarán atravesando toda la expedición problematizando miradas, conclusiones y discusiones diversas.
4. El tiempo/La experiencia/La mirada
Una vez abordo, saldados los problemas técnicos, la experiencia vino a modelar los días. No hay representación posible que encierre dentro de sí algo de lo que se experimenta navegando a un promedio de 5 km por hora, ralentizados aún más por vientos, tormentas y pequeños accidentes.
Sacados, expedicionarios y becarios, de la vorágine de sus realidades cotidianas, este delay permanente parece ser la experimentación concreta de otro tiempo en relación con el espacio, ese otro tiempo impuesto y que cada uno logró hacer suyo, de múltiples maneras. Otra calidad de tiempo se imponía y era sumergidos allí que la experiencia se tornaba distinta: mirar no era sólo mirar. De alguna manera, casi como la experiencia aurática benjaminiana, el río nos devolvía la mirada, interpelaba nuestros saberes, nuestros oficios, y nosotros, como ante una rasgadura en la pantalla-tamiz (aquella que nos salva de lo que Lacan entiende como “lo real”) debíamos deponer la mirada o dejarnos atravesar (como venía diciéndonos Juan L. Ortíz en ese hermoso poema). Y ese dejarse atravesar, sabíamos, no podía ser gratuito.
La experiencia —en este caso- no suma en nosotros, no enriquece (en el sentido del saber acumulativo), sino que nos deja en estado de pérdida, aquel que no deja jamás que la cosa empalme consigo misma. Siempre tendremos el registro de aquello que nos tocó vivir pero también tendremos la sensación de que ese registro (cualquiera sea) no se condice con la realidad. Ese saldo es el que permanecerá.
La vuelta a la cotidianeidad tendrá sentido de pérdida. Costará retomar un hilo y reconstruir sentidos. Si esta travesía fuera un libro, si pudiera leerse ese tiempo fuera de los goznes, ese tiempo dislocado del cual habla Shakespeare en Hamlet, si pudiéramos pensar el viaje como escritura en el espacio podríamos acaso recordar a Barthes y su texto de goce:
“(…) el que pone en estado de pérdida, desacomoda (tal vez incluso hasta una forma de aburrimiento), hace vacilar los fundamentos históricos, culturales, psicológicos del lector; la congruencia de sus gustos, de sus valores y de sus recuerdos, pone en crisis su relación con el lenguaje”(2)
5. Devoluciones
Cada expedicionario y becario ha venido con un proyecto bajo la manga. Con el correr de los días, estos fueron cambiando de curso, siguiendo otra corriente, quizá contaminados por el cruce que fomenta el barco, la convivencia, el tiempo.
Al llegar a Asunción tendremos una reunión. Allí cada cual tendrá bocetado sus cambios, otros tendrán algo mucho más cerrado que mostrar. Se ha formado un corredor que tendrá como una de sus secuelas actividades que todavía no están del todo definidas, pero que se van prefigurando a medida que la travesía continúa.
Por lo pronto, se está proyectando una muestra que recorrerá algunos de los puntos que el barco fue tocando y que tratará de traducir esta experiencia a partir de sus agentes. ¿Lo logrará? No lo sabemos. Tratará, quizá inútilmente, de hacer llegar algo de esta experiencia que se escapa para poder quedar. Tratar de hacerlo será embarcarse en otro barco, subiendo otro río, el mismo.
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Parana Ra’anga es un proyecto de la red de centros culturales de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), liderado por el Centro Cultural Parque de España, de Rosario, y del que participan además los Centros Culturales de España en Buenos Aires, Córdoba y Asunción del Paraguay. Cuenta con el apoyo de Aula Río (que se relaciona con la Universidad Autónoma de Barcelona y la Universidad Nacional de La Plata), y con la colaboración de gobiernos municipales, provinciales, y organizaciones de la sociedad civil.
Citas:
(1) Fuente: Graciela Silvestri, Documento “Expedición científico-cultural Paraná Ra’Anga” (la figura del Paraná). Buenos Aires-Asunción, marzo 1010.
(2) Roland Barthes, El placer del texto (seguido de Lección Inaugural), Siglo XXI, Buenos Aires, 2004.
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