Museo de Arte y Diseño Contemporáneo ,
06/09/2006 - 20/10/2006
Antigua Fanal, San Jose, Costa Rica
Ni el vago azar ni las precisas leyes
por Tamara Díaz Bringas
Altero el verso de Borges para aprovecharlo en un repetido debate en torno a eventos de convocatoria abierta como la Bienal Costarricense de Artes Visuales, a sus procesos de selección y premiación. Los argumentos son bastante conocidos: que cualquier intento de valoración e interpretación pone en juego tal cantidad de variables que otro jurado habría dado distintos resultados; que un jurado supone criterios subjetivos y parciales; que si es internacional le falta suficiente conocimiento del contexto local; que las obras en esos certámenes están un poco al margen de sus procesos de producción y circulación. De acuerdo. Sin embargo, una bienal no es una lotería. Con cualquier excusa, por modestia de los escogidos o consuelo de los rechazados, escuchamos mil veces el mismo comentario: "es una lotería". Lo problemático de ese argumento es que el juego de azar no requiere ninguna competencia, ningún conocimiento; ni dominio técnico ni investigación conceptual. Y en un medio relativamente pequeño y paternalista como el costarricense, la idea de azar resta sentido a un espacio de confrontación como el que ofrece la Bienal. Si un evento de convocatoria estaría cercano al juego, que también supone la aceptación de ciertas reglas y una dosis de riesgo de parte del participante, tal vez resulte más provechoso pensar la Bienal de Artes Visuales en términos de un juego de competencia, que involucre un adiestramiento sistemático y, sobre todo, un cierto aprendizaje. No hay leyes precisas, pero sí criterios informados y responsables en la selección del jurado que, en esta edición, integraron Eva Grinstein, Pablo Helguera y Silvia Karman. No por azar, el primer punto del acta precisa: "Que el jurado sostuvo un criterio de búsqueda de altos estándares de manufactura y conceptualización, procurando prestar atención al rigor formal, a la voluntad de experimentación con los temas y los medios, a la coherencia entre la obra presentada y su justificación teórica, así como a la búsqueda discursiva y crítica que trascendiera las formas más convencionales de producción". Ciertamente, si algo distingue esta V Bienal Costarricense de Artes visuales, respecto de las anteriores ediciones, es un más alto estándar en la manufactura y conceptualización de las obras. Y eso se nota también en una muestra mucho menos desigual y más consistente. Lo que sigue, entonces, es un recorrido por algunos rasgos y síntomas de la actual Bienal: de su estructura y organización, de las obras y artistas que incluye, de su exposición, de las expectativas que viene a cumplir y las que no. Tomo de algunas obras exhibidas los títulos de los siguientes epígrafes. Límites no naturales. Naturaleza de los límites. Más cerca del modelo de los salones nacionales que de los mega eventos internacionales, las bienales costarricenses han pasado de los límites de la pintura, hacia una apertura a nuevos lenguajes. A partir de su tercera edición en el 2001, Bienarte se convirtió en un evento de artes visuales, ampliando su capacidad de convocatoria al mismo tiempo que su pertinencia y legitimidad. Esa capacidad de la bienal para transformarse en la medida en que lo demandan las prácticas artísticas es, sin dudas, una de las cualidades más apreciadas del evento. No obstante, la voluntad de cambio debe actualizarse continuamente y los organizadores de Bienarte deberían seguir replanteando las condiciones de tan importante foro del arte nacional: sus requisitos de participación, sus formatos, sus premios.
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