Conversación con el teórico Stephen Wright sobre la promesa de la "Práctica Social” Esta entrevista con Stephen Wright es el resultado de una serie de conversaciones por correo electrónico y cara a cara. Se llevaron a cabo en torno a un conjunto de conferencias, presentaciones y textos titulados “La Práctica Social, en Preguntas…” en el 18th Street Art Center en Santa Mónica, CA (2013). En el marco de dicha programación y con el apoyo del investigador Basak Comert, el curador en residencia y asesor editorial de LatinArt.com, Bill Kelley Jr., platicó con Wright sobre temas relacionados con lo que en EUA se llama “Práctica Social”. Este campo de prácticas artísticas dialógicas, colaborativas basadas en comunidades de ninguna manera es nuevo, y se ha practicado en distintas regiones del mundo: Latinoamérica tiene un historial especialmente rico en este sentido. Sin embargo, es un campo que apenas está llamando la atención del mundo artístico convencional y llamando la atención respecto a temas muy desatendidos sobre la comunicabilidad del arte, así como su potencial pedagógico. La entrevista que presentamos a continuación cuestionó los efectos que generarán los lazos cada vez más estrechos entre arte y comunidad, así como el “uso” del arte en un futuro. Stephen Wright es un escritor radicado en París y profesor de la práctica de la teoría en la European School Of Visual Arts. Sus investigaciones y textos se han enfocado al giro usológico en la práctica contemporánea, y últimamente a los debates actuales en la investigación escapológica, sobre todo en contextos referidos a las prácticas colaborativas extra-disciplinarias con coeficientes de visibilidad artística deliberadamente reducidos. Ha sido curador de The Future of the Reciprocal Readymade (Nueva York, 2004) , In Absentia (Brest, 2005), Rumour as Media (Estambul, 2006), Dataesthetics (Zagreb, 2007), Recomposing Desire (Beirut, 2009), Situation Z (Marsella, 2011), y actualmente está preparando Withdrawal: The Performative Document, como parte de una serie de exposiciones que examinan las prácticas artísticas con bajos coeficientes de visibilidad artística, las cuales vislumbran la posibilidad de un arte sin obras, autores ni espectadores. Ha sido director de de programas en el Collège International de Philosophie (2000-2007), editor corresponsal de Parachute Magazine (1999-2005), miembro del comité editorial asesor de Third Text (2004-2012), e investigador asociado en el INHA (2007-2009). Para ver una selección de sus textos en inglés, visite el blog colectivo n.e.w.s. http://northeastwestsouth.net * * * Bill Kelley Jr.: En los últimos años en Estados Unidos,hemos comenzado a profesionalizar el campo de las prácticas artísticas comunitarias basadas en diálogo. Incluso le hemos puesto un nombre llamativo: Práctica Social. Me interesa saber qué nos puede enseñar este tipo de práctica sobre todo con respecto a prácticas artísticas anteriores, más establecidas y mejor comprendidas. Este campo tiene algo singular que nos puede ofrecer en términos tanto metodológicos como teóricos. En pocas palabras, ¿cuál es la promesa de la Práctica Social? Stephen Wright: En primer lugar, creo que la pregunta la debemos plantear en plural, esto es, ¿Cuáles son los potenciales de las prácticas sociales? De otra manera por una parte estaríamos ontologizando sin querer un conjunto de prácticas fundamentalmente distintas, encasillando prácticas singulares bajo un solo título engañoso, y por otra terminaríamos por afirmar que únicamente existe un solo potencial. Y aunque en inglés no se pueden pluralizar los adjetivos en concordancia con los sustantivos, me parece justo tomar en cuenta que la palabra “social” debe ir en plural también. En resumen, la gama de prácticas que denominamos sociales no solo son tan distintas como las manzanas y las naranjas, que a final de cuentas siguen siendo frutas, sino que abarcan auto-entendimientos, visibilidades y formas de actuar totalmente diferentes: las comunidades de uso en las que se despliegan quedan aplanadas si se incorporan bajo el concepto abstracto de “lo social” o “la sociedad”; y aunque no me queda claro si realmente “prometen” algo de por sí, sus deseos y posibilidades seguramente no se reducen a uno solo, sino que se desbordan en múltiples direcciones. Así que son muchos potenciales, si es que los hay. Me referiré a cuatro. Restaurar el valor de uso al arte. Esto lo llamaré “la promesa usológica”. Fracturar el arte de sí mismo. Esto lo llamaré “la promesa escapológica”. Renunciar la performatividad en aras de mutualizar la (in)competencia. Esto lo nombraré la “promesa generativa”. Dejar vacante el espacio y la promesa propios del arte para los llenen y satisfagan otras prácticas. Esto lo llamaré la promesa de “reciprocidad extraterritorial”. Aquí mi perspectiva es desde la posición del arte, porque de allí se introdujo primeramente la noción de “práctica” al discurso artístico a mediados de los sesenta (para reemplazar las “obras” y, más recientemente, la “actividad”) como un intento tímido de escaparse de la captura como arte, o sea, el arte simplemente… Porque la falsa promesa del arte autónomo planteaba que podía tener tracción social al capturarse performativa y por lo tanto ontológicamente como arte. Estoy proponiendo la posición obviamente contra-intuitiva de que uno no puede acercarse a las posibilidades de las prácticas sociales desde la perspectiva de lo social, sino solo desde la perspectiva del arte, de donde no obstante se han liberado, puesto que migraron del arte. Dicho de otra manera, han abandonado el terreno de las falsas promesas y la falsa oportunidad en aras de lo que perciben como las promesas de lo social – aunque lo que nos interesa es precisamente su percepción al intentar nombrar dichas promesas. ¿Qué promesas vio el arte al migrar hacia el sur, al soltar los cabos y encaminarse hacia las sombras de la economía de la atención? ¿Al transar la autonomía por lo social, intercambiando las obras de arte por prácticas artísticas? En primer término, las prácticas sociales han buscado escaparse de la prohibición paralizante del uso en el arte. Quieren involucrarse socialmente bajo los auspicios del uso, afirmar los derechos de uso, recuperar el valor de uso del arte. Toda la arquitectura conceptual del mundo del arte establecido se fundamenta en el imperativo de Kant del “propósito sin propósito” y la “observación desinteresada”. Las prácticas sociales prometen resignificar el arte sin renunciar al arte; y proponen hacerlo recurriendo a un tipo de relacionalidad mucho más extensa e intensiva que la condición de espectador, y que quizá se puede describir como “la condición de uso”. Como categoría común en las prácticas sociales, la condición del uso se opone no solo a la institución conceptual de la observación (puesto que en las prácticas sociales no hay espectáculo y por lo tanto tampoco hay espectadores, únicamente usuarios involucrados), sino que también a la institución de cultura experta (de artistas, urbanistas, científicos – chovinistas epistémicos de todo tipo, para quienes el “uso” siempre quiere decir el “mal uso”) y tal vez de manera más importante a la institución de la propiedad intelectual. Las prácticas sociales no tienen propietarios y no buscan ser propietarios. De manera lúdica, podríamos decir que están repudiando (disolviendo cualquier reivindicación de propiedad), ya que desde esta perspectiva comenzaron por repudiar su propia identidad asignada como arte.
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