El Movimiento 15M logra detener el desahucio de Josefa Doblado, en la calle Primavera del barrio de las Hermandades de Sevilla. Martes 19 de julio de 2011, 9h de la mañana: subo al transporte público en la Ronda del Tamarguillo de Sevilla. Me dirijo hacia la zona oeste de la ciudad, donde está prevista una concentración para impedir un desahucio. El sol plomizo comienza a calentar en serio y pienso que la luz, que en esta época del año puede resultar cegadora al mediodía, habrá de quemar inevitablemente los contornos de las fotografías que pueda llegar a tomar con mi cámara de bolsillo. Me apeo del autobús en la confluencia de los barrios Los Naranjos, Polígono Norte y Hermandad del Trabajo. Llego con tiempo suficiente para merodear con la cámara. El paisaje de perfiles suburbanos permanece ahora calmo. Observo los bloques compactos de alojamientos, arquitecturas de vivienda social del franquismo diseñadas para las clases trabajadoras y replicadas por la geografía española, pienso; y recuerdo haber correteado por barrios semejantes donde estuvieron ubicadas viviendas de mis familiares varias décadas atrás. Lo corroboran las placas metálicas diseminadas por las fachadas, donde se lee siempre la misma indicación: "Ministerio de la Vivienda. Instituto Nacional de la Vivienda. Edificio construido al amparo del régimen de viviendas de protección oficial". Junto al texto, un signo conocido: el yugo y las flechas que el franquismo adoptó de Falange Española, y que en su momento hizo las veces de identificador del INV. Caigo en la cuenta de que ayer fue 18 de julio, 75 aniversario de la sublevación militar monárquica-fascista que detonó la Guerra Civil española y abrió el camino a cuatro décadas de dictadura militar genocida. La que se conoce popularmente como Ley de Memoria Histórica, aprobada hace cuatro años por el Parlamento español, obliga a retirar del espacio público y administrativo toda imagen conmemorativa de la última dictadura; pero estas placas se han salvado. Me parece que no solo ellas. Pienso en estas señales como parte de una guerra de signos inscrita en la piel de la ciudad. Tomo una fotografía que sintetiza el universo simbólico de ese conflicto. El fondo, una fachada de ladrillo. Sobre ella, tres indicaciones. Una, la antigua placa franquista. Dos, un cartelón reciente que ocupa el ancho de la ventana exterior de la vivienda informando de que la casa está en venta, gestionada por una poderosa empresa inmobiliaria. Tres, un cartel modesto en fotocopia que parece medir sus fuerzas desde abajo, impresión reforzada por la silueta de un joven de perfil que habla con un megáfono en dirección al cartelón de la izquierda. ¿Qué le grita la imagen precaria a Tecnocasa? Que durante el mes de julio continúan las asambleas populares, las reterritorializaciones barriales del Movimiento 15M, una de las principales líneas de fuga que han adoptado las acampadas estables de mayo y junio [ver: tomalaplaza ]. Es el Movimiento 15M quien convoca la concentración frente al nº 2 de la calle Primavera. Llego temprano y me uno al grupo de sesenta personas. La protesta no muestra imágenes muy expresivas. Aun así, una lectura atenta revela la complejidad de esta imagen de un colectivo circunstancial. Su composición es heterogénea: jóvenes activistas, asamblearistas barriales, vecinos de varias generaciones de Hermandades o La Macarena. Los carteles y octavillas en circulación demuestran cómo el Movimiento 15M constituye también aquí un agenciamiento de agrupamientos formales e informales: Asamblea de La Macarena, Asamblea de Cerro-Amate, Liga de Inquilinos La Corriente... varias camisetas llevan además impresos los logotipos y diseños de bares-cooperativas o centros sociales. Como resulta habitual, es el signo '15M' el que articula el conjunto, como una a-identidad que empodera sin homogeneizar. 10:30h de la mañana: dos jóvenes llaman a reagruparse frente al bloque de viviendas para una puesta en común. Informan: está previsto que el desahucio tenga lugar por orden judicial a las 11:15h. Es muy probable que acuda la policía dada la relevancia que ha adquirido el caso y por el hecho de que, siendo este un movimiento perfectamente transparente, la convocatoria se ha hecho pública por varios medios bajo el lema 'stop desahucios'. Cuánta policía y de qué tipo cabe esperar, no lo sabemos. Pero probablemente intentarán acceder por la fuerza al edificio. Se nos dan indicaciones precisas: sentada colectiva para bloquear la entrada principal, brazos entrelazados, confianza, resistir al máximo para lograr impedir el desahucio. Se requiere un comportamiento rigurosamente pacífico, no responder a hipotéticas provocaciones o violencia policial. Todo el mundo se muestra de acuerdo; asiente con énfasis la gente del barrio. El primer grupo se sienta en el suelo ocupando el espacio despejado frente a la entrada del edificio, dejando un pasillo entre los cuerpos que facilite el tránsito de los residentes. Ahora ya somos más de cien personas. A esta hora todavía no he visto a Josefa Doblado, la inquilina de la vivienda que venimos a defender. Hace doce años, el sobrino de Josefa necesitaba disponer de una furgoneta para emplearla como herramienta de trabajo. Ningún banco le facilitaría el préstamo para comprarla sin una propiedad como aval. Josefa 'vendió' su casa a su sobrino por una cantidad simbólica, con el fin de que este pudiera hipotecarla y obtener así un crédito con el que adquirir el vehículo: 30.000 euros. Abonaron los primeros plazos, unos 8.000 euros, hasta que el sobrino se quedó en paro. Pasó el tiempo sin que pudieran seguir pagando. Para evitar que su casa fuera subastada, Josefa y su sobrino hicieron lo posible por zanjar la deuda. Reunieron en 2008 la cantidad restante más los intereses: 29.000 euros. Es decir, en ese momento llegaron a pagar ya al banco una cifra superior al coste original del vehículo. Pero el banco les respondió que esta última cantidad aportada era insuficiente: la deuda ascendía ahora, según su criterio, sumando intereses de demora y costas judiciales, hasta 52.000 euros. ¿Costas judiciales? Así es: el banco había iniciado hacía ya tiempo, sin avisar a Josefa y su sobrino, las diligencias para ejecutar la hipoteca y poner a subasta la vivienda, que fue adjudicada finalmente por 42.000 euros, cuando el piso está tasado en 172.000. Josefa, de 69 años de edad, percibe una pensión de 400 euros mensuales, y habita en su casa desde hace cuarenta años. La entidad responsable de este proceso es el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA). Aun no he visto a Josefa pero la imagino arriba en su piso de la primera planta, cuyo balcón abierto revela un trasiego que contrasta con la apacible concentración abajo. Desde mi llegada no ha dejado de acudir televisión y prensa. Los periodistas suben y bajan con soltura entre la vivienda y la calle, cámaras de vídeo y de fotografía profesionales al hombro o en mano, empuñando micrófonos con la caperuza de gomaespuma que identifica el canal correspondiente. Varios cables para conexión en directo caen desde el balcón. Sigo su recorrido y encuentro a unos trescientos metros una furgoneta dotada de una antena parabólica, rodeada a su vez de turismos con logotipos de medios de comunicación locales y nacionales pegados en sus puertas laterales. Sonrío al pensar por un instante que el equipamiento de la prensa supera con creces el valor de la hipoteca del piso de Josefa.
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