Sin embargo, en la historia del arte latinoamericano se ha manifestado un constante retorno al tema del "lugar" no sólo como situación geográfica en el mapa sino también como trance cultural. Es comprensible que al principio existiera la necesidad de otorgar a América Latina un lugar en el mapa cultural, de darle un territorio.
El mapa surrealista del mundo, por ejemplo, implica que en caso de que el mapa se hubiera trazado tomando como referencia el aporte cultural de México o Perú, dichos lugares hubieran sido mayores en nuestra geografía imaginaria que Europa o América del Norte. En ese momento existía la necesidad de escapar del territorio establecido, tal como en "El sur es nuestro norte" (1943) de Torres-García o "Esto no es América" de Alfredo Jaar. En la actualidad existe no sólo la necesidad de escapar a tal territorio determinado sino que toda idea de territorio implica la necesidad de estar en condiciones de apropiar desde diferentes lugares los elementos para construir un nuevo espacio que tenga poco que ver con la ubicación geográfica.
Hablar acerca de arte latinoamericano, arte de América Latina, arte producido por un artista latinoamericano en Europa o América del Norte, arte producido por un artista europeo o norteamericano que vive en América Latina no es lo mismo aunque persistamos en una clasificación común. Hablar acerca de arte latinoamericano contemporáneo es algo mucho más complicado porque las estrategias de representación deben incluir necesariamente los procesos de movilidad que caracterizan a la cultura latinoamericana actual. La cultura fronteriza cuya importancia fue notable durante la década de 1980 con respecto a la línea geográfica entre América del Norte y México ha perdido su especificidad física como lugar y se convertido en un espacio que existe en todo el ámbito del arte y la cultura latinoamericanos. Este espacio de contacto es aquello que podría denominarse espacio criollo, donde el proceso de encuentro es más importante que su resultado final. Un espacio que puede entenderse a partir de aquello que han postulado Bergson y Duchamp entre otros como una serie de trayectorias más que de obstáculos.
Mediante la alternancia entre ejercicios de residencia y desplazamiento, obras tales como: Está bien si piensas que está bien por Nelson Leimer, Nuevas Floras por Maria Elvira Escallon, Papaver somniferum por Juan Fernando Herrán ó 15,000,000 fifteen million Parachutes (15,000,000 millones de paracaídas) por Sebastian Diaz Morales han modificado la noción de lugar reemplazándola con estabilizaciones temporarias del espacio. Han creado nuevas estrategias para desafiar el lugar común otorgado al arte latinoamericano al trabajar a partir de la idea de movilidad. Con este enfoque la obra de arte necesariamente toma elementos de diferentes lugares, pero su intención no se limita a presentar y representar dichos elementos sino a incorporarlos y transformarlos. Para citar a Flusser una vez más, "el advenimiento de los expulsados en el exilio conduce al diálogo "externo". El expulsado es un catalizador para la síntesis de nueva información. Si toma conciencia de su propia situación de desarraigo, entonces comienza un diálogo interno consigo mismo, es decir, un intercambio entre la información que ha traído consigo y todo un océano con olas de información que lo agitan en el exilio. El objetivo consiste en la creación de significado entre la información importada y el caos que lo rodea". Estos esfuerzos tal como ya he señalado deben obtener reconocimiento.
En 2001, Gerardo Mosquera escribió el artículo "Good-bye identity welcome difference: from Latin American Art to Art from Latin America" (Adiós identidad, bienvenida diferencia: Del arte latinoamericano al arte de América Latina) en el que hace referencia a las reacciones a un artículo anterior titulado: El arte latinoamericano deja de serlo. No obstante, como sucede con demasiada frecuencia, las intenciones de estos artículos pronto cayeron en el olvido. La historia del arte en América Latina no sólo posee memoria selectiva tal como todo intento por hacer historia sino que también padece un mal significativo que es su memoria a corto plazo. Tanto en el arte como en nuestra vida política, la memoria a corto plazo nos afecta porque al parecer no somos capaces de reconocer errores cometidos en el pasado o posibles respuestas dadas en el pasado, siempre estamos dispuestos a descartar viejas propuestas con el objeto de imponer nuevas.
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