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Entre Utopía y Desencanto. El arte como activador de la experiencia política.


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Centro Cultural Jardín Borda,
03/04/2014 - 06/04/2014
Cuernavaca, Mexico

Entre Utopía y Desencanto. El arte como activador de la experiencia política.
por David Gutiérrez Castañeda

El grupo de intelectuales del CIDOC fue propiamente disidente. Aunque formados en diversas áreas, aprendieron a desaprender y a desprofesionalizar sus prácticas promoviendo mecanismos metodológicos de investigación y difusión del pensamiento de modo crítico para la institucionalidad universitaria mexicana e internacional. En el marco de su trabajo comprendieron las paradojas de la agenda Truman para América Latina, donde el desarrollo promueve la construcción de necesidad al construir poblaciones en desigualdad (lo que años más adelante Orlando Fals Borda también daría cuenta, y que Arturo Escobar nos recordaría). Así, estas comunidades solo pueden ser atendidas sistemáticamente por personas y medios disciplinares, universitarios y escolarizados de tecnificación, que a la hora de remediar, también promueven la condición subdesarrollada que antecede la práctica. Estas ideas conectan directamente con una discusión sobre la colonialidad y el imperialismo, y alimentarán la cartografía de iniciativas de cierta izquierda intelectual.

El compromiso del CIDOC requirió completa independencia. Lo que para el equipo implicaba también independencia presupuestal. Toda dependencia económica es dependencia emocional e intelectual. Por ello Illich generó una estructura de financiamiento que, a partir de ingresos provenientes desde el extranjero y por valores de matriculas, pudiera financiar con sueldos solventes al equipo. Para el año 1973, Illich analizó la economía mexicana y dio cuenta que el intercambio económico de la expansión petrolera desde la década de los 60 traería una crisis económica de grandes proporciones (que en efecto surgió en la década de los 80). Teniendo en cuenta esto, y comprendiendo que la labor sostenida del CIDOC por estos 8 años había alcanzado la madurez política que se buscaba sin llegar a contaminarse de la cultura academista universitaria, propuso el cierre del Centro. Durante los 3 años siguientes se reorganizó económicamente el Centro, de tal manera que a una década de su apertura, simbólicamente por las mismas fechas, se dio clausura al proyecto. Las bases salariales y el archivo se repartieron entre todos sus miembros para su potencialización en otras instituciones (archivo que hoy en día se trabaja, desde instancias como por ejemplo, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, pero que ha sido desmantelado y desarticulado por el devenir y movilidad que ha tenido).

Illich siguió con sus iniciativas críticas como ciudadano del mundo, en palabras de sus amigos. También ejerció una vida íntima particular. Podría decirse, en términos de Peter Sloterdijk, que Illich fue un artista de su vida. Creó las condiciones éticas y sensibles que le permitieron llevar una forma de vida propia. Desde la década de los 80 comenzó a padecer un cáncer muy agresivo. Consecuente con sus investigaciones en Némesis médica (1975), donde analiza como la medicina crea las enfermedades que padecemos, se negó a ser intervenido con tecnologías médicas. Por lo que conjugó una serie de ejercicios, entre el yoga y la fuma de opio, con lo que pudo vivir más de 15 años sin intervención. Aunque sujeto insistente y creativo, la concepción de obra de arte en términos autorales no hace parte de las preocupaciones paradigmáticas de Illich, ni de sus amigos.

Sus colegas y amigos continuaron las labores políticas del CIDOC a partir de escuelas de idiomas y la Universidad de la Tierra (Oaxaca), donde se postula un aprendizaje intercultural y desescolarizado. Esas energías siguen vivas.

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