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Neocriollo


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Lagoon by Mónica        Giron


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Neo-Creole by Mónica        Giron


Neo-Creole by Mónica        Giron


Neo-Creole by Mónica        Giron


She-Osmosis-Me by Mónica        Giron





She-Osmosis-Me by Mónica        Giron

Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires,
19/10/2007 - 26/11/2007
Buenos Aires , Argentina

Neocriollo
por Gustavo Buntinx

Observación de la histeria

Esta obra preciosa, cuya revelación exacta fue en la muestra por la memoria articulada en 2006 para conmemorar y condenar el trigésimo aniversario del inicio de la dictadura genocida y sus políticas sistemáticas de desaparición y vaciamiento. Tras esa intersección de códigos iba implícita una simbiosis de registros. Como en los dos grupos diferentes de impactantes cabezas decapitadas, deformadas, empaladas –algunas de ellas friccionando huellas sanguinolentas con las connotaciones alquímicas del bronce, la plata, el oro.

A la distancia esos conjuntos parecen remitir a la iconografía del horror durante la violencia grande de la Argentina decimonónica, en particular a los crímenes atribuidos a la Mazorca, la turba utilizada para las persecuciones políticas de Juan Manuel de Rosas. Confeccionados entre 2003 y 2006, esos bultos tan expresivos condensan al mismo tiempo los procesos más analíticos del proceso subjetivo de la artista. "Observación de la histeria" es el lema inscrito en una de las infografías que acompañan la primera secuencia, explícitamente intitulada Cabezas reducidas y expuesta como en una incubadora. O en una vitrina arqueológica: una parodia museográfica para piezas que se contemplan en su autocontemplación explicada mediante categorías ("Masoquismo autocompasión", "Fusión compensatoria") que a su vez parodian cierta obsesión freudiana. Un detalle incisivo es el que los grabados reproduzcan no los pulcros objetos finales de cera pulida sino su modelado primero en arcilla cruda, cuyo dramatismo mayor se ve contrastado –también acentuado– por la segmentación alfabética y numérica de los rótulos.

Entre arbitraria y maniática, esa (des)articulación de los textos remite a la (des)figuración de cráneos trepanados y rostros que, impávidos, duplican órganos o erupcionan pieles. Efectos autoplásticos exacerbados en una serie segunda –Ósmosis– donde la alteridad sexual y los flujos psíquicos entre el yo y el ello se encarnan en proyecciones siamesas de monstruosidad lírica. La puesta en obra de la dificultad del cuerpo, la dificultad en él implantada, por decirlo con la artista.

Conceptos y formas que inevitablemente se asocian a la metáfora psicoanalítica de la histeria como una palabra atrapada en el cuerpo. La liberación de esa palabra es tal vez el esfuerzo supremo del conjunto ahora reunido. Un esfuerzo incluso matérico.

Neocriollo

Matérico incluso. Desde su técnica y desde su título, esta exposición es concebida por Giron como un anacronismo excéntrico y marginal, casi diríamos un museo de cera. Un canto paralelo a Adán Buenosayres (1948) –la novela agónica y genésica de Leopoldo Marechal, con su homenaje esperpéntico a las elucubraciones míticas de Xul Solar y la generación martinfierrista de ruptura y fundación para la modernidad argentina. Pero allí donde el escritor se solaza en el esbozo de futuribles identidades híbridas, fabulosos frankensteins de injertos tecnopampeanos, la artista propone una introspección ventral, una regresión hacia lo ancestral y hacia lo Real, en el sentido lacaniano del término. No lo estrictamente social sino lo primordial en sus fantasmas más orgánicos.
Lo viscoso y visceral como esencia de lo que fuera queda de lo Simbólico.
Y mediando entre ambos, la fijación especular de lo Imaginario, aunándose al pánico de la castración en el juego de decapitaciones ensimismadas.

La culminación de esos tránsitos es una biopoética matricial cuya formalización más extrema podría ser aquella Laguna última (2007) que se ofrece suspendida como un meteorito protozoico de ubres colgantes y protuberancias obscenas.
El caldo de cultivo para lo arcaico y lo porvenir, cuyas formas informes pugnan por brotar de la cera que las confunde y las configura al mismo tiempo.

La matriz multípara de un cuerpo inédito y proteico. Una emergencia orgánica que en otra pieza reciente (2003-2007) adquiere dimensiones monumentales y una denominación casi épica: Neocriollo, como el "monstruo de laboratorio" en que Marechal personifica los artificios lingüísticos concebidos por Xul para la resolución utópica de las tensiones babélicas en el Río de la Plata. La lengua adánica de una ciudad futura que Giron encarna en el volumen colectivo de un racimo semi-humano, seres inconclusos cuyo perfil individualizado de infantes y adultos no alcanza a distinguirlos ni separarlos de la masa informe que los aglutina y los constituye como ente reunido. Una masa acaso heroica cuyo aspecto también siniestro se ve exasperada por el despliegue perturbador de pupilas que son su punctum punzante y visivo. La configuración inquietante y literal del raro aura postulado por Benjamin en la mirada que el objeto observado devuelve sobre el observador, sobre su mirar así trastornado.

Lo desestabilizante de esa insinuación es aún más intenso en la Laguna, donde sin embargo se ve atenuada por las marcas circulares que dan sentido cultural y cósmico a la voluptuosidad de los recodos y pliegues en este cuerpo enteramente erógeno. Incisiones casi anatómicas asociables para Giron a esas otras, espiraladas, en las piedras neolíticas que marcan el umbral y la culminación del pasaje subterráneo de Newgrange, en Irlanda. Un espacio de sugerencias no funerarias sino uterinas. No una tumba sino un vientre, atravesado durante el solsticio por un fugaz rayo solar que impregna de luz sus inscripciones mistéricas.

La fecundación, la fecundidad de la prima materia, podría ser el otro y alquímico sentido de estas fascinantes, revulsivas, piezas. Desde la acumulación de materia esférica que relaciona al boceto cerámico de Neocriollo con una prehistórica Venus esteatopígica. Hasta la vida distinta que emerge de la masa gelatinosa. Como el esperma iridiscente entre la turbiedad láctea del semen, como la fosforescencia ovular en el flujo embrionario. Metáforas que adquieren ahora una densidad nueva ante la disolución final de las fronteras corporales por los avances de la ingeniería genética.

Esta humanidad naciente es también la especie que contempla su extinción probable, su inevitable tecnomutación incierta. Sus perspectivas indescifrables.
El oscurecimiento del mundo. Y las iluminaciones póstumas del aura.

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