Pontevedra Art Biennial,
13/07/2006 - 03/09/2006
Pontevedra, Spain
Bienal de Arte de Pontevedra. La huida de un escenario figurado
por David Barro
Bajo una idea foucaultiana de la diferencia, la comisaria Victoria Noorthoorn apela a la imaginación para resolver una historia de migraciones, de eternos viajes de ida y vuelta nunca cerrados en su temporalidad: Off / Fóra: Movimientos Imaginarios entre Galicia y el Cono Sur. Seguramente, esa sensación de viaje interior nunca concluido, justifique un título que, más que nunca, esquiva una condición aparentemente imprescindible de la imagen: la visibilidad. Off, que así se presenta, es un epígrafe que habla de nuestro miedo a quedarnos sin respuestas, sin límites físicos a los que aferrarnos, sin pasaporte ni brújula capaz de orientarnos en un mundo que puede convertirse en sombra de lo ya vivido, del recuerdo más o menos nostálgico que florece cada vez que nos empeñamos en aferrarnos a una imagen que nos pertenece pero que tratamos de expandir al máximo, mucho más lejos de lo que Krauss pudiera haber imaginado. Es una especie de cirugía, de ceguera para con un tiempo real sincopado. El poder de la imaginación tiene esas cosas y por ello se toma como eje capaz de articular todas las propuestas defendidas por Noorthoorn. En este sentido, la obra del conocido artista conceptual argentino Roberto Jacoby actúa como paradigma de los presupuestos de la comisaria, al cegarnos a modo de paréntesis para arrojarnos a un viaje sonoro que nos incita a conocer y generar nuestra propia imagen de un espacio desde lo no visible. Esta migración poética es una metáfora que baila un tango con lo imposible, a partir de los quiebres individuales de un espectador capaz de conformar su propio escenario figurado, como en Dogville de Lars Von Trier, presos de nuestra propia huida.
Es en esa suerte de fundido a negro donde nociones como la identidad o como el concepto de nación resultan continuamente redefinidas por el mundo del arte, en este caso, a partir del concepto de frontera imaginaria. Así, es normal que bienales como la de Sí£o Paulo hayan eliminado los pabellones nacionales para esta edición, seguramente para no tener que vivir la experiencia geriátrica de la última Bienal de Venecia con artistas completamente asumidos por el universo artístico como Messager, Gilbert & Georges, Jonas Mekas, Helena Almeida o Ed Ruscha. En Venecia, una de las exposiciones, la conducida por Rosa Martínez, gozaba de un título visionario Siempre un poco más lejos, que deriva del romanticismo de Corto Maltés, el personaje de ficción creado por el dibujante Hugo Pratt, para apelar a la fantasía como modo de entender la realidad. No muy lejos están las intenciones de Noorthoorn, que podrían meterse en la misma maleta que alojó a Cecilia Vignolo desnuda en una interpretación a modo de migración interna.
Como ya señalé en otra ocasión, en este contexto de identidades dislocadas y sujetos desorientados, definir lo propio semeja complicado. Todavía nos preguntamos quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos; como el enigma de Gauguin. Y esta Bienal escarba en todo ello, centrándose, básicamente, en países como Argentina, Chile o Uruguay. Porque en arte, esa frontera imaginaria es el sistema, el mercado, y para cruzarla se han seleccionado artistas que todavía no gozan de excesivo reconocimiento internacional - salvo el citado Jacoby y el indiscutible Luis Camnitzer, que en esta ocasión presenta una instalación consistente en la raíz de un árbol que continúa en un tronco conformado por miles de lápices negros sin punta que dibujan un territorio imaginario sobre el muro en el cual desembocan-. Así, la obra de Martín Sastre resulta significativa al construir cáusticamente una historia de ficción sobre el estrellato del artista latinoamericano en una era futura, con sepulcro incluido.
|