DGC: En la carta abierta que presenta el proyecto de FLORA desarrolla la noción profesional de curador independiente institucional. Una ecuación compleja, tanto por los imaginarios que recaen sobre el lugar de prestigio del curador del sistema internacional de arte, como por las complejas negociaciones institucionales sobre el ejercicio práctico de exhibir y movilizar arte y trayectorias artísticas. A su vez, está noción problematiza la relación entre curaduría/institución e independencia/institución. Relaciones tensas en el ámbito internacional, donde incide un ejercicio de gestión, administración, financiación y coleccionismo privado como ejercicio de lo público, y en el colombiano en relación a la proliferación de lo espacios independientes. ¿Cómo entiende y reconoce la práctica curatorial en el ámbito artístico? ¿En qué consiste curar y ejercer como curador? ¿Ante que instancias laborales ejerce su labor?

JIR: Como decía en la carta abierta, creo en el trabajo institucional porque es continuo y logra crear algo en el tiempo, lo que yo llamo crear contexto local. La curaduría independiente no tiene tantas trabas burocráticas ni el desgaste del funcionario (aunque a veces también tiene que plegarse a la estructura más conservadora de la institución), pero su trabajo incide apenas en un momento dado, luego se va a hacer otro proyecto en un lugar distinto, y no hay continuidad. La fórmula que propongo es la de un espacio independiente, pero que tendrá continuidad en el tiempo. No es nada nuevo, espacios independientes dirigidos por un curador hay muchos, pero si lo es para mi, que hasta ahora trabajé o bien para instituciones por periodos largos, o haciendo bienales y exposiciones en muchos lugares del mundo, pero siempre por corto tiempo.

En cuanto al trabajo curatorial, pienso que no hay una sola forma de entender la práctica del curador, sino que ésta se asume de diferentes maneras según cada caso: a veces se plantea una curaduría de autor: un argumento que se articula como un ensayo en el espacio con las obras de los artistas; a veces se hace un acto de fe en un artista, sin saber que será el proyecto que va a plantear, y nuestra labor es tan solo de acompañar y facilitar. Lo importante es saber que existen artistas sin curadores pero lo contrario no, así que si se tiene claro quienes son los que realmente importan en esta ecuación, no debe haber problemas. Siempre intento que todos los involucrados en un proyecto que organizo salgan de él con la sensación de haber tenido una experiencia muy gratificante. No siempre se logra, pero a eso le apunto.

DGC:¿Es el curador un ejercicio profesional independiente? ¿Se ha creído que es así? ¿Por qué?

JIR: Nunca se es completamente independiente: al interior de los museos se depende de las políticas de la institución; cuando se es curador externo, de todas maneras hay que responder a un encargo específico. Tal vez haya mayor libertad cuando uno tiene un espacio propio, y decide la programación sin injerencia de un jefe, comité o política dictada desde arriba. Lo que seguramente atentará contra la independencia será la necesidad de buscar financiación externa, pero si se hace con integridad no habría porqué comprometer el programa.

DGC: En el caso de la propuesta de FLORA, donde se busca construir explícitamente una institucionalidad, ¿En qué consiste la independencia? ¿Es posible una institucionalidad artística independiente en el panorama colombiano con sus las políticas culturales del arte?

JIR: Me parece que si es posible, pero solo el tiempo lo dirá. Acceder a recursos públicos (o privados) no significa perder la identidad o la integridad, se toma lo que apoye el programa y se deja de lado aquello que lo condicionaría negativamente. Me parece que las instituciones colombianas, en particular el Ministerio de Cultura, la ciudad de Bogotá o la Fundación Alzate Avendaño, a través de sus programas de incentivos a la creación, dan muchas posibilidades de financiación sin tratar de imponer ningún tipo de agenda estética o ideológica.

DGC: En relación a la proliferación de espacios independientes con agendas tan diversas, tanto en Colombia (Lugar a Dudas, La Redada, La Peluquería, entre otras) y Latinoamericano (A Gentil Carioca en Brasil, CIA en Argentina, CRAC en Chile, SOMA y BORDER en México, por nombrar algunos), donde buscan movilizar la práctica artística más allá de líneas de exhibición en los museos o también la incidencia del arte en relación a procesos sociales, vía trabajo con comunidades o la acción directa en los movimientos sociales: ¿Cuál es la particularidad de la propuesta de FLORA en el ámbito colombiano e internacional? ¿A qué públicos va dirigido su enfoque? ¿Qué tipo de redes de trabajo cultural quiere impulsar?

JIR: FLORA será un espacio de arte que se plantea como un sitio de reunión, y cuyo programa principal está alimentado por residencias en una ciudad que históricamente estuvo signada por la circunstancia geográfica de ser el puerto principal sobre el río más importante del país, a pocos kilómetros de la que fuera la sede de las expediciones botánicas, y en el recorrido de los Caminos Reales españoles(2) . FLORA se ha inspirado en muchos proyectos en Colombia, América Latina y otras partes del mundo, y hemos tomado estrategias de algunos de ellos: algo de Lugar a Dudas en su función de aglutinador de la escena local (o al menos aspiramos a ello); algo de Soma en su función pedagógica; algo de Capacete en su vocación de acercar la escena internacional a la local; algo de Sàn Art en Vietnam en lo que respecta a sus programas públicos, etc. Algunos artistas trabajarán con la comunidad, otros no, pero no será una condición que nosotros les pondremos. Más bien dejaremos que cada uno desarrolle su programa y su proyecto de manera orgánica. De todas maneras siempre habrá una puesta en público del proceso o del resultado, tanto en Honda como en Bogotá.