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Arte y Teorí­a
Félix Suazo. A diestra y siniestra. Comentarios sobre arte y política. Fundación de Arte Emergente, Venezuela, 2005
José Antonio Navarrete




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Sobre lo dicho hasta aquí sigue danzando, sin embargo, la pregunta siguiente: ¿qué quiere decir Suazo cuando sugiere que toda obra de arte porta intrínsecamente lo político, o lo que es lo mismo, al argumentar que lo político no es exterior a la obra, algo que ésta deba conquistar o evitar, sino parte "sustancial" de la misma? Si bien Suazo no deja de aludir a las relaciones entre el arte y la política que son distintivas de la producción artística vinculada de manera directa a alguna utopía emancipatoria –el expresionismo alemán y el muralismo mexicano de la primera posguerra, entre otros ejemplos–, y convierte a alguno de ellos en objeto de su reflexión –como sucede con el segundo de los mencionados–, para desarrollar una respuesta fundamentada a esta pregunta se mueve necesariamente por otro rumbo, pues los materiales de trabajo más expeditos para satisfacer sus fines los proporciona el arte contemporáneo. A ellos recurre identificado con un entendimiento de la política como "sistema de relaciones intersubjetivas", la más flexible y amplia de todas las acepciones de ese término, según advierte el propio Suazo, quien la toma de la obra filosófica de Nicolás Abagnano. Aunque ausente de cualquier diccionario de uso común, este significado de "política" es el más fecundo operativamente para resolver los objetivos que Suazo se plantea siempre que, agregaríamos nosotros, se identifiquen bien los rasgos que definen al sistema de la política dentro de los distintos sistemas de relaciones intersubjetivas. Una tarea que el autor de A diestra y siniestra... se encarga de realizar con manifiesta solvencia, indagando los posicionamientos diversos de las prácticas artísticas contemporáneas al interior de la complicada trama discursiva que construyen las relaciones de poder, inclusive las del campo artístico.

Son tres, según Suazo señala, las fuentes teóricas que nutren su enfoque de las relaciones entre arte y política, en estas condiciones de desplazamiento de lo político como tema hacia lo político como instancia discursiva en el seno del arte contemporáneo: la filosofía del lenguaje de Wittgenstein y su idea de que los juegos de lenguaje son expresión de formas de vida en interacción y conflicto; la teoría del poder de Foucault y, en especial, el principio de que las relaciones de comunicación producen efectos de poder, y, por último, los razonamientos de Lucy R. Lippard acerca del alcance político de las proposiciones del arte activista. Todas ellas aportan presupuestos metodológicos eficaces a la hora de asumir el estudio de los complejos vínculos de lo político y el arte en prácticas artísticas contemporáneas que, como señala Suazo, están interesadas en abordar críticamente representaciones sociales dominantes explorando los juegos de lenguaje en tanto constituyentes de un espacio de confrontación, y no en postular a través de signos más o menos panfletarios o melodramáticos su compromiso militante con un proyecto político redentor.

El espectro de propuestas que se puede abordar desde esta perspectiva triádica va entonces desde aquellas abiertamente contestatarias y ligadas a agendas colectivas, como las de Gran Fury, hasta esas otras que, aunque desenvueltas en torno al individuo –también intimistas–, están atravesadas por la vida social, como las de Julio Galán; desde las que asumen problemáticas controversiales en la esfera pública, como las de Guillermo Gómez-Peña, hasta las que desmontan las estrategias discursivas institucionales de apariencia más aséptica, como las de Juan Carlos Rodríguez y Cayita. En correspondencia con ello, Suazo intenta identificar las direcciones específicas que en las condiciones actuales adoptan las relaciones entre arte y política, lo que redunda en una suerte de cartografía de algunas de las rutas de mayor interés exploradas por el arte contemporáneo, así como de disímiles recorridos trazados por una u otra de éstas. Al abordar el análisis del lugar de la ética en el arte contemporáneo, por ejemplo, Suazo encamina reflexiones en cuatro direcciones principales, que fundamenta a partir de obras de artistas específicos: el cuerpo como reducto del debate ético, con las de Nela Ochoa y Javier Téllez, entre otros; las relaciones ética y comunidad, con las de Pepón Osorio; mientras que en ética y apropiación recurre a las de Nadín Ospina, y en ética y ciber-arte a las de Yusef Merhi.

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