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Arte & Espacio Social
Intervenciones Suburbanas: Parte 1
Maria Angélica Melendi




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Jorge Luis Borges, que construyó gran parte de su obra a partir de una cierta memoria ficcional de los suburbios de Buenos Aires, afirma:

Suburbio es una titulación recelosa, un aspaviento de hombre que tiene miedo de perder el último tren. Nadie nos ha informado ó-Vivo en el suburbio de Taló; prefieren avisar en qué barrio.(1)

Ese uso de palabras genéricas de localización ó el centro, el barrio, la parroquia ó parece servir para afirmar una identidad que aún está en proceso de negociación. Las palabras de lejanía ó el suburbio, las afueras, la pampa ó, están vinculadas, dice Borges, a una denotación de barbarie. Su visión del suburbio se opone completamente a esa. En esos lugares ó el suburbio, las afueras ó, encontraríamos la belleza involuntaria de la ciudad, mucho más auténtica y expresiva que la de las obras fabricadas para ser, deliberadamente, bellas.

El escritor nos recuerda, sin embargo, que ese suburbio es una proyección, casi una ilusión, creada por la obra de algunos poetas y artistas que, al imponer al lector una visión propia del suburbio, modificaban la consistencia y los sentidos del suburbio real.

Reivindico, hoy, esa visión idealizada y un poco romántica del suburbio para oponerla a la noción de periferia. Porque si el suburbio, a pesar de problematizado o disminuido, aún está en el interior de la urbe, aún permanece como participando del concepto de lo urbano, la periferia, arrebatada en un torbellino de miseria, violencia y miedo, parece al mismo tiempo, negar y potencializar todas las cualidades de la ciudad.

Paradoxalmente más urbano que la urbe, el suburbio toma forma, apenas, a partir de las reminiscencias ficcionales de tiempos no vividos. Existe, en todos nosotros, la nostalgia de un cierto suburbio que nos pertenece y que está siempre en los bordes de un pasado impreciso, en los bordes de un tiempo que, creemos, fue mejor.

II. Lava la bandera

Es otoño en Lima, corre el año de 2000. Todos los viernes, al mediodía en punto, un grupo de artistas llega, a la Plaza Mayor de la ciudad. Llevan palanganas y baldes rojos, jabón marca Bolívar, sogas y banderas peruanas de todos los tamaños. Lentamente, se colocan atrás de las cadenas que circundan la fuente que está en el centro de la Plaza de Armas y esperan. El pueblo no tarda en llegar. Hombres, mujeres y niños; ancianos y jóvenes; obreros, profesores, periodistas; actores y actrices, burócratas y desempleados; todos hacen fila para enjabonar, enjuagar y tender su bandera ¬¬ó la que ellos mismos llevaron a la plazaó, en la sogas colocadas en los jardines. Todos los viernes de ese otoño, de la una a las tres de la tarde, la Plaza Mayor de Lima se transforma en el luminoso y fresco patio de una lavandería.

Algunos meses antes, un grupo de artistas se había reunido frente a la Oficina Nacional de Procesos Electorales, para armar un ataúd y realizar una performance. Ese acto, además de oficializar la muerte de la democracia en el Perú, marcó también el nacimiento del Colectivo Sociedad Civil, integrado por Gustavo Buntinx, Susana Torres, Emilio Santisteban, Claudia Coca, Fernando Bryce, Abel Valdívia y Luis García Zapatero. Todos, a excepción de Buntinx, que es historiador del arte, son artistas plásticos.(2)

"Lava la bandera" fue una performance cuyo objetivo era el de producir una imagen emocional que pudiese agitar la conciencia colectiva a partir de la resignificación de algunos de los símbolos más estables de la nación: la Plaza Mayor y la bandera nacional.

El espacio tradicional de la Plaza Mayor de Lima, donde está situado el Palacio de Gobierno y los edificios del poder institucional, fue el lugar escogido por sus creadores para poner en escena la corrupción del régimen y confrontarla con el símbolo sagrado de la unidad nacional: la bandera peruana. La patria estaba sucia, corrupta, por tanto, era necesario lavarla ócon agua y jabón ó en el espacio más representativo de la vida social y política del país: la Plaza de Armas.

Como explicó más tarde Gustavo Buntinx, el auge de "Lava la bandera" tuvo lugar como consecuencia del descrédito de la clase política del país, poco después de muerte de siete personas en la "Marcha de los Cuatro Suyos". El gobierno de Fujimori había difundido la idea de que las muertes se debían a la infiltración de un grupo terrorista en las protestas sociales. En aquellos momentos, el objetivo consistía en desautorizar cualquier elemento antagónico acusándolo de simpatizante de Sendero Luminoso.(3)

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