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Prácticas Curatoriales
Salón Cantv: jóvenes artistas venezolanos e identidades portátiles
Karina Sainz Borgo




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#6: Yucef Merhi


#7: Pietro Daprano


#8: Yuri Liscano


#9: Alexander Apóstol


#10: Alexander Apóstol


#11: Diana López

También en el núcleo temático de la memoria, el artista Luis Simón Molina-Pantin presentó Best-Sellers (2001-2003) (12), una serie fotográfica conformada por las portadas de libros, algunos de ellos programas de gobierno o biografías en tono de apología, las cuales muestran el retrato impersonal, forzado y esterotipado de los presidentes venezolanos y de algunas personas de su círculo de poder. El trabajo de Molina-Pantin remite al espectador a la serie Nuevos Paisajes (1999-2000) (13) en la cual, con una cierta neutralidad e indiferencia, el artista exploró el carácter artificial de paisajes como las Cataratas del Niágara (14) impreso en un encendedor de colección, o la imagen del Avila en un mouse pad (15). A través de una característica "fineza y agudeza reflexiva" –según el curador, Félix Suazo-, Molina-Pantin retiene y asimila las representaciones a través del objeto, el paisaje artificial o los ambientes ficticios, como es el caso de sus series Postales Apocalípticas (1996) e Inmobilia (1997).

Identidades en tránsito:
Llevando la mirada más allá del VI Salón CANTV, una muestra en la que están representados los discursos de los jóvenes artistas contemporáneos a través de una propuesta curatorial específica, existe un horizonte plástico cuya amplitud y heterogeneidad –como toda manifestación artística contemporánea- es difícil de registrar en tendencias.

Al respecto, el curador independiente Miguel Miguel, reafirma la dificultad de encontrar grupos o temáticas comunes. La noción tradicional de tendencia, representada en el predominio de los cinéticos y constructivistas en Venezuela desde 1950 hasta 1970, comienza a debilitarse a partir de los años 80. La década siguiente, caracterizada por la aparición de múltiples lenguajes, deja atrás la continuidad de códigos comunes y abre paso a los discursos individuales, creados a partir de referentes propios, asimilados en otros contextos, y que son reelaborados constantemente desde la subjetividad personal.

"En medio de un proyecto de globalización enfrentado a un proyecto de "conectividad compleja", reflexión a la cual acude el curador independiente Jesús Fuenmayor para situar "los quebradizos intentos de cohesión" en la concepción de una identidad del artista venezolano y su relación con un contexto, se advierte una "cierta preocupación de los artistas por los condicionamientos de producción y las formas de presentación de la obra". Sin embargo, por encima de lo que Fuenmayor apunta como la posibilidad de "una traducción cultural" de los discursos plásticos, existe una preeminencia de lo personal que condiciona las lecturas.

En un espectro amplio y diverso que sobrepasa los intentos de presentar en este trabajo una descripción minuciosa del arte contemporáneo venezolano, destacan, sobre un conjunto amplio y heterogéneo, artistas como Meyer Vaisman, Antonieta Sosa, José Gabriel Fernández, Sammy Cucher, Arturo Herrera, Alfred Wenemoser, Alí González, Sigfredo Chacón, Alexander Gerdel, Roberto Obregón, Héctor Fuenmayor, Eugenio Espinoza, Carla Arocha, Javier Téllez y José Antonio Hernández-Diez.

Algunos de estos artistas viven y trabajan en el exterior, un aspecto que si bien no puede considerarse un elemento unificador, de alguna forma condiciona el análisis de las relaciones con un contexto cultural y personal. Casos como, por ejemplo, el trabajo de José Antonio Hernández–Diez, quien actualmente reside en Barcelona y acaba de presentar una retrospectiva en el New Museum de Nueva York, no puede apreciarse sin consideración de una subjetividad personal. Hernández-Diez ha abordado temas como la religión, la cotidianidad personal, la problemática social y política venezolana o la apropiación de los elementos de la indumentaria de la cultura de masas presentados en su propia contradicción, aspectos que se hacen presentes en su serie fotográfica (del año 2000) de enormes zapatos de goma -con títulos como Kant, Hume, Jung, Marx y Hegel (16), donde el artista toma ese espacio globalizado capaz de mezclar en su dieta cultural el elemento unificador de la marca con los postulados intelectuales de la filosofía occidental, que se mimetizan en lo banal y lo cotidiano.

Todo intento totalizador entraría en contradicción con la esencia de lo contemporáneo. Sin embargo, los artistas venezolanos, tanto aquellos que trabajan en el país como los que se desenvuelven en el exterior, elaboran un universo plástico donde la imagen de un referente inevitablemente es atravesada por el contexto en el cual crecieron y los elementos de intercambio cultural en la conformación de una experiencia estética, desterritorializada y personal, que más allá de lo físico, de la obra entendida como objeto físico, determinan propuestas en constante reelaboración desde el único espacio posible: el del artista.

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