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Arte y Teorí­a
Daniel Joseph Martínez: de Plinio el Viejo a lo post-humano,
Victor Zamudio-Taylor




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El trompe díoeil postmoderno de Martínez se inscribe en una tradición del simulacro pionero por parte de la industria del entretenimiento y del ocio de su ciudad natal de Los Angeles. "Happiness is Over-Rated" (La felicidad esta sobrevaluada") es un perfecto clone animatrónico del cuerpo del artista y requiere una diferenciación de expresiones variadas de lo hiperreal que no utilizan una ilusión suficientemente distanciada de la realidad establecida, y por lo tanto son devoradas por los mecanismos de recuperación. ¿No se ubican dentro de la unidimensionalidad que critican las esculturas que personifican marginales de la America profunda del artista Duane Hanson? Más reciéntemente llama la atención el clone de Maurizio Cattelan, vestido de traje de felpa clásico como el que usaba Joseph Beuys y que el artista colgó de una percha de un ropero industrial, obra única que presentó para su exposición individual La rivoluzione siamo noi (La revolución somos nosotros), en el Museo Migros, Zurich, 2002. A pesar de todas su reverencia a la libertad de y en arte, irónicamente, su burla del mundo del arte quedó circumscrita dentro del estrecho contexto de especialistas y de elites.

Pero tal cual como muchos críticos han señaldo, no obstante todas las referencias que hace y desata, la obra de Martínez no cita a nadie: Desde los Chapmans y Tony Matelli hasta la amplia gama de performance ligado al cuerpo, a su duplicación y al corpus cultural tales como lo ejemplifican las obras de Marina Abramović, Ana Mendieta, Gullermo Gómez-Peña, Coco Fusco, y James Luna. Una rica veta para explorar es la relación de Martínez con otros dos artistas ya clásicos de búsquedas conceptuales e interdisciplinarias: Bruce Nauman y Chris Burden. Al igual que él, Nauman y Burden fueron bad boys del arte; los tres están empapados de la cultura juvenil y contestaria de California. Jason Rhoades y Miguel Calderón en este sentido serían la generación que le seguiría a Martínez.

IV

"Aquel que tiene la risa de su parte no necesita pruebas."
T.W. Adorno, Minima Moralia

Manufacturada de silicón de caucho estirado sobre un armazón de fibra de vidrio, "Happiness is Over-Rated" ("La felicidad está sobre valuada") representa al artista en posición de hari-kiri, pero en lugar tener en mano el cuchillo ritual que se usa para rajar las entrañas, el suicidio más doloroso y autoconciente, sujeta en ambas manos navajas de doble filo. Quieta, la obra recuerda el relato de Pygmalión de Ovidio, a uno le darían ganas de soplarle vida. Esta ilusión y receso en el mundo Greco-romano no dura mucho, ya que la escultura animatrónica revive. Coordinada por programas de ordenador, la escultura revive una y otra vez el gesto de cortarse las venas; evoca las sujetividades disciplinadas y politizadas de las narrativas de Yukio Mishima. Una risa a carcajadas se libera del vientre de la escultura, es una grabación de la voz de Martínez. Este tour de force subraya el gusto de Martínez por lo carnavalesco y por la función social de la risa que teorizó Mikhail Bakhtin, sin duda también es un apóstrofe a la risaenlatada o simulada de los programas de televisión.

Las estrategias formales y conceptuales que se emplean son laberínticas y se bifurcan. Desplazándose en y por diversos lugares y espacios de enunciación cultural, desde representaciones barrocas de heroismo y de martirio a diversos géneros de la tradición cinematográfica hasta la poética corporal de Louise Bourgeois y Kiki Smith, la obra produce una compleja y contradictoria red de significación. A su vez, hace estallar cualesquier sentido de contnuidad progresiva en cuanto a sus referencias; desorienta y a su vez está fenomenológicamente situada en su presencia y mecanismo temporal; rompe la red de seguridad espistimológica y revierte a sí misma y a su contexto cultural que es su fuente de reflexión y de simulación.

T.W. Adorno destacó que la felicidad es ya obsoleta y que económicamente no es viable para la industria cultural y ni para la sociedad totalmente administrada. Los parques de diversión y el cine de Hollywood mezclan la fantasia con la autoridad, la euforia con el castigo, la estabilidad con la muerte social. Las industrias culturales y el status quo generan lucro con la ansiedad, mientras que los sectores de servicio capitalizan con el miedo. Uno no puede olvidarse que la obra seminal de Adorno y de su co-autor, Max Horkheimer, La dialética de la ilustración (1944) fue escrita desde su exilio del facismo en Los Angeles, California. Adorno y Horkheimer, al igual que Martinez, han sido formados por la red de significación producida por la industria cultural y el mercado de fetiches ligados a la dominación e ideas normativas del comportamiento que quiza hacen de la felicidad algo obsoleto, y sin duda, ciertamente algo igualmente sobrevaluado.

Este texto se publicó en Atlántica, Número 34, Invierno 2003, Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM), Las Palmas de Gran Canaria, España, expresamos nuestro agradecimiento a su editor Antonio Zaya.

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