Tanto para el teórico como para los historiadores de arte la desaparición de los parámetros establecidos que se utilizaban para "leer" arte latinoamericano representó y sigue representando un enorme desafío. La transición desde un espacio físico y geográfico a un espacio virtual convierte a toda cultura en cultura fronteriza. Una cultura que se encuentra, según lo expresa Glissant, "en constante Cambio mediante el intercambio". Un espacio indeterminado que se encuentra en constante transición, campos minados como lo describió Coco Fusco, territorios mutantes de confrontación y contraste.
Cada generación se reinventa y en tal sentido aquello que podemos percibir es que dentro del viaje hacia la globalización el arte postula un paradigma para sobrevivir tanto a la homogeneización como a la fragmentación y al aislamiento totales y que constituye la estrategia de negociación de espacio y lugar.
El hecho de que la noción de raíces que definió la relación del arte latinoamericano con el espacio durante muchos años se desplace en la actualidad hacia las rutas, en tanto espacio que ahora habitamos, no significa que algunas de ellas desaparezcan. Por el contrario, es la combinación de ambos conceptos lo que despierta un notable interés por el arte de América Latina. Es la búsqueda de las "raíces de las rutas". El desafío consiste en encontrar la manera de congelar momentáneamente la constante transformación del espacio.
Al cabo de lo expuesto, la pregunta sigue vigente: ¿cómo clasificar después del esencialismo? ¿Qué etiquetas utilizar si aquellas basadas en el territorio ya no sirven? ¿Cómo tener en cuenta las ideas de Flusser y no considerar la partida del territorio habitual como un peligro sino apreciar su plena potencialidad? Quizás la única manera de hacer referencia a aquello que llamamos Arte Latinoamericano sea mediante la imposibilidad de denominarlo. Se nos ha demostrado que en tanto la historia y la teoría han intentado capturarlo, cada vez que la historia le otorga un nombre, el arte latinoamericano toma otra ruta para sorprendernos. Nuestro desafío consiste en seguir las transformaciones del arte y en estar preparados para transformar nuestras maneras de denominar en consonancia con su ritmo.
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